Casi todos dan por hecho que Chunta Aragonesista no se presentará a
las próximas elecciones generales ni sola ni acompañada. No ha
encontrado acomodo en ningún tipo de coalición y carece de recursos para
ir por su cuenta, al margen de que en tal caso correría el riesgo de
hacer visible su inevitable apagón electoral. Así, la formación se
diluye poco a poco. El orgullo herido y la rabia de quienes todavía se
parapetan tras sus siglas no es suficiente para mantener a flote un
partido que llegó a tener una posición relevante para, justo a partir de
ese momento, iniciar su declive.
CHA estaba llamada a ser la
renovadora conceptual del aragonesismo. Las luchas contra el trasvase al
inicio de la década pasada le permitieron delinear una propuesta rojiverde,
nacionalista pero no independentista (si cabe tal paradoja) y ante todo
libre de los clichés que han dispersado y malgastado las energías
políticas de esta bendita Tierra Noble. Con esa tarjeta de visita entró a
gobernar, junto al PSOE, el Ayuntamiento de Zaragoza, y de inmediato
los poderes fácticos y la derecha cesaraugustana se le echaron encima.
Tal vez porque se había hecho con la gestión del urbanismo capitalino y
en aquel momento aquel negociado movía intereses y pasta a mogollón.
Acosada y golpeada, Chunta resultó tener mandíbula de cristal, menos
músculo del que aparentaba y sobre todo una notable dificultad para
imaginar y proponer estrategias para el Aragón del siglo XXI.
CHA
no ha podido ser lo que prometía: una versión aragonesa de Compromís,
una fuerza capaz de negociar con Podemos de tú a tú... y de integrarse
con su propia personalidad en el nuevo bloque progresista que, guste o
no, se ha configurado. En todo caso, está a punto de perderse unas
elecciones tan interesantes como complejas. Se queda en tierra de nadie
mientras el PSOE y Podemos-IU se disputan el espacio de la izquierda.
Supongo que siempre hubiese sido mejor aceptar las condiciones de Echenique o intentar algún entendimiento con los socialistas (a la postre ya está secundando a Lambán en el Gobierno de Aragón). Pero no... Qué pena.
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