Quienes afirman que los debates sobre el Estado de la Comunidad son
un rito vacío e innecesario tienen razón... en parte. Es verdad que
desde hace años esas sesiones parlamentarias dan muy poco de sí. Una y
otra vez, los discursos de los presidentes del Gobierno aragonés son
piezas oratorias desconectadas de la realidad y ajenas a los intereses y
problemas de la mayoría social. Sin embargo trazan el esquema de la
discusión posterior donde también es habitual que la oposición se
estrelle contra el muro argumental construido desde el poder por
nutridos y entrenados equipos de asesores. Luego se votan las
resoluciones, brindis al sol que casi nunca llegarán a nada concreto.
Mas ese rito describe, bien o mal, la situación del Aragón
institucional y pone sobre el tapete el estado del imaginario oficial
(que suele determinar el de los medios y el de gran parte de la opinión
pública), así como los diagnósticos, las estrategias y las visiones
de quienes gobiernan o aspiran a hacerlo. Si no hay debate sobre el
Estado de la Comunidad esa foto fija se diluye, desaparece y genera un
indeseable vacío. La democracia se debilita (sí, aún más). Rajoy
ha prescindido del debate sobre el Estado de España y con tan arbitraria
decisión ha hurtado a la ciudadanía una oportunidad de tomarle el pulso
a la situación política (y económica, claro). Podemos pasarnos sin eso,
dicen algunos. Claro, y sin parlamentos regionales, Congreso, Senado o
Defensor del Pueblo. Vale, y entonces... ¿cómo articulamos la toma de
decisiones?, ¿cómo podemos contemplar y evaluar los aciertos o los yerros de quienes deciden?
En Aragón, el debate sobre el Estado de la Comunidad está metido en un fenomenal atasco. Se podría salir de él a)
si la oposición fuese capaz de lanzar al hemiciclo discursos que
rompieran el esquema que previamente ha trazado quien preside el
Gobierno (CHA e IU vienen intentándolo con mejor o peor fortuna y crean
así los momentos más interesantes de la discusión), y b) si se
lograra introducir en el toma y daca dialéctico otros asuntos que no
formen parte del habitual catálogo de lugares comunes (Ibeas hizo un amago en esa dirección el pasado jueves). Por supuesto, de la presidenta Rudi no cabe esperar, hoy por hoy, nada que no sean frías e irreales descripciones de su demoledora gestión trufadas con delirios a lo neocón como su llamamiento del miércoles a la rebelión social.
Es inaudito que en un debate como el de esta semana no se hablara de
cambio climático (en Aragón) y solo se tratasen de pasada los efectos de
la crisis financiera (en las cajas de Aragón), ni se discutiera en
profundidad el tema de las sociedades públicas ni se buscase un destino
para esta tierra al margen de las quimeras y las alucinaciones de rigor.
A ver si el año que viene...
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