Si Rajoy dedicó su comparecencia televisiva a evitar decir blanco o negro, rescate o salvación, Rubalcaba
le dio anteayer la réplica desde el país de Babia exponiendo ante el
respetable un hueco catálogo de buenas intenciones (por supuesto sin
salirse ni un milímetro de la ortodoxia económica que rige hoy los
destinos de Europa y del mundo). ¿Es esto todo lo que dan de sí Gobierno
y oposición? Pues estamos listos. No me extraña que los analistas más
izquierdizantes manejen el concepto Partido de Wall Street para
referirse tanto a las formaciones conservadoras como a las del
oficialismo socialdemócrata. Unas y otras, a lo largo y lo ancho del
planeta, sirven los intereses del capital financiero; ambas sostienen la
inevitabilidad de que la crisis la pague a escote la ciudadanía de a
pie. En esto los conservadores no se andan con contemplaciones, mientras
los socialistas pretenden lubrificar el impacto de los ajustes.
Resulta particularmente turbador que aquí ni Mariano ni Alfredo (ni casi
nadie) sean capaces de reflexionar en voz alta sobre lo que está
pasando en los países rescatados, conducidos a un callejón sin
salida. ¿Queremos seguir el rumbo de Grecia? ¿Cómo haremos para no
compartir el negro destino de aquella nación o de Portugal? ¿Vamos a
dejarnos llevar como corderos al matadero en una Europa que cada vez es
menos Europa?
El caso es que el PP afronta un nuevo cristo interno como consecuencia de la dimisión/sucesión de Aguirrre
(¿huye de la quema esta buena señora?. El PSOE es un fantasma a punto
de disolverse en el éter. El Rey, empeñado últimamente en ganarse el
sueldo y dejar a su hijo colocado, echa romericos al fuego. Y lo de la
burguesía catalana, intentando reconducir al pacto fiscal sus
aspavientos independentistas es de nota.
Llevamos años oyendo a
los sabios decir que ha llegado la hora de la política. Pero el tiempo
pasa y la política no aparece. Bueno, sí: los mercados siguen aplicando
su programa máximo con todo rigor. Y, ojo, que en los thinks tanks neocones ya diseñan nuevos objetivos y estrategias. Ésos, desde luego, no están en Babia.
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