Por lo menos habrá algunos aragoneses que respirarán aliviados al
saber que el Gobierno ha preparado unos Presupuestos Generales del
Estado en los que Aragón apenas cuenta. Los vecinos de Biscarrués o de
Murillo de Gállego sonreirán al enterarse de que su pantano no
figura en el anteproyecto; los de Artieda se consolarán al comprobar
cómo el recrecimiento de Yesa se ralentiza y apenas cuenta con una
partidilla destinada a fingir que las obras siguen adelante. A esta
gente, enhorabuena; al resto sólo cabe advertirle que vuelven los viejos
tiempos: Aragón acumulará un nuevo déficit de inversiones públicas. A
la postre, de todos los españoles somos los únicos que tradicionalmente
ejercemos de tales por puro gusto, gratis o mejor todavía: pagándonos
generosamente la cuota.
Se supone que la crisis ha mitigado la
vieja pugna de las regiones (naciones, nacionalidades, comunidades,
territorios... o como gusten llamarlas) por ver quién se lleva más trozo
de la tarta presupuestaria. Pero la rebatiña continúa viva; en Cataluña
ni les cuento. Madrid es España porque tiene la capitalidad y con ella
los grandes centros de decisión públicos y privados. Valencia, porque ha
pillado inversiones y aspira a tener más. Murcia vincula su españolidad
al trasvase del Ebro (lo ha dicho Valcárcel una y otra vez).
Navarra se guisa y se come lo suyo. Andalucía, Extremadura y Canarias
están en el ajo reclamando a gritos solidaridad y ventajas. Pero Aragón
siempre ha estado dispuesto a ser España sin exigencias ni
reivindicaciones. La Tierra Noble es así de desinteresada.
Naturalmente, los gobiernos centrales cuentan con nosotros a la hora de ahorrar, y por eso el ministro Montoro
nos ha dejado más tiesos que la mojama. Ayer hasta en el Pignatelli
estaban abrumados por la situación. Al PP aragonés se le ha encogido la
tripa al ver cómo se las gastan los suyos cuando de repartir se trata.
Queda claro que durante la tramitación parlamentaria de estos
Presupuestos se escenificarán mejoras para arreglar un poco el entuerto
(pero poco, ¿eh?) y salvarle la cara tanto a Rudi como a Biel
(cuyos acuerdos con el PP van desvelando una triste realidad). Pero que
nadie espere maravillas. Las alegrías de finales de los Noventa y la
primera mitad de la década pasada, cuando el AVE, la Expo y el buenismo
zapateril nos dieron algunas alegrías, quedan ya lejos.
En estas
circunstancias da risa oír hablar de la TCP, la reapertura del Canfranc o
el desdoblamiento de la N-II y la N-232. Y más valdrá que Hacienda
rectifique su error y reponga el Fondo Especial de Teruel, que si
no Motorland se nos queda huérfano de padre y madre. Pero bueno... al
menos nos quitamos de encima, un año más, los caros e inútiles pantanos.
No hay mal que por bien no venga.
* La gran estafa: el Presupuesto de 2013 Vicenç Navarro
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