El presidente de Extremadura, Monago, se va del tarro (es lo
que tiene coexistir con los de IU). El otro día, por ejemplo, planteó la
idea de compensar el brutal incremento del IVA en los productos
culturales ofreciendo a creadores y promotores ayudas suplementarias
para que puedan sostener su actividad. Naturalmente, desde el PP se han
apresurado a decirle que no, ni hablar, hasta ahí podríamos llegar.
Estamos en crisis, hay que apechugar con lo que cae y además las normas y
las leyes están para cumplirlas, aseveró Cospedal, con ese cutis
suyo capaz de rayar el diamante y doblar el titanio. Toda la derecha le
hizo coro: corresponde al Gobierno central fijar el IVA ¡y a nadie
más!, donde hay patrón no manda marinero y a quien Dios no se la dé
absténgase San Pedro de bendecírsela. Esperanza Aguirre, esa aristócrata tan sencilla y retrechera, corroboró el aserto; nada de enmendarle la plana a Rajoy... si se trata de facilitarles las cosas a cómicos, músicos y cineastas. A los de la ceja ni agua, que se joroben.
Pero inmediatamente después, la misma Aguirre sacó la más relamida de sus sonrisas para asegurar que a su amigo Adelson,
el de Las Vegas, se lo va a poner todo a huevo y le dejará meter niños
en los casinos, pasarse la Ley del Tabaco por el forro, contratar y
despedir como le plazca, pagar menos impuestos o lo que se le pueda
ocurrir al buen señor (investigado actualmente por soborno, fraude
fiscal y fomento de la prostitución). "Si hay que cambiar las leyes
--dijo la doña madrileña--, se cambian. Faltaría más". Y todos los
espectadores del telediario, edición de sobremesa, entendimos que,
ciertamente, la Ley no vale una caca frente al promotor de un improbable
complejo dedicado al ocio adulto, pero es obligación ineludible
cuando grava actividades culturales. Viva la especulación y el pufo. Y
al conocimiento, que le den.
No me creí Gran Scala ni me creo
Eurovegas o su versión catalana (dirigida por otro menda
indescriptible). Pero tengo claro en qué país vivo: un lugar donde la
cultura es sospechosa habitual y el dinero sucio (o su expectativa) está
por encima de la Ley.
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