Un Telediario cualquiera (de esos que los directivos peperos de RTVE
intentan meter en vereda) puede incluir noticias sobre las detenciones e
imputaciones en Orense y otras provincias gallegas que afectan a cargos
públicos de PSOE. BNG y PP. También sobre las declaraciones hechas ante
la comisión parlamentaria andaluza por presidentes, expresidentes y
altos cargos de la Junta (sociatas de pata negra), que nada saben ni
supieron nunca jamás acerca de los EREs fraudulentos amañados a la vista
de todos por queridos compañeros suyos. O quizás sobre los paseos por
los juzgados valencianos de los mendas del Gürtel, que aprovechan sus
derechos para negarse a ser sometidos a pruebas de voz, no sea que les
identifiquen en las conversaciones telefónicas intervenidas... Después
(o antes) aparecerá Rajoy expresando su agradecimiento a la mayoría silenciosa
que no se manifiesta ni da la vara ni protesta por los recortes y
trabaja para pagarle los whiskies que se toma y los puros que se fuma en
sus viajes trasatlánticos. ¡Ay, amigos!, qué duro debe ser decidir cómo
recortar repelar una y otra vez los Presupuestos del Estado.
España arrastra demasiados problemas. Una economía poco productiva y en
exceso especulativa, enormes dificultades para entender la realidad, una
sociedad desorganizada y descompuesta, líderes políticos que sólo
piensan en mantener su cargo y su sueldo, poderes fácticos codiciosos e
insolidarios, corrupción generalizada y de postre un modelo de Estado
que nació como solución de compromiso y ahora se rompe sin remedio. Todo
esto es demasiado para un Gobierno cuyo presidente es la viva imagen de
la impotencia (y de la incompetencia) y para una oposición cuyo partido
más significado, el PSOE, está sumido en un shock permanente.
Esto no es una democracia de alto nivel. Mucho menos desde que la
crisis financiera ha mostrado la cara más descarnada del Sistema.
Soluciones las hay, seguro que sí. Pero exigen un rearme ético y
cultural de toda la sociedad, y una ruptura radical que renueve el
ámbito político de punta a cabo. Ahí nos duele.
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