Antes del verano, desde el entorno de Rubalcaba se llegó a sugerir la posibilidad de que hombres de Estado socialistas como González Márquez o Solana
echaran una mano al Gobierno en el marco de un gran pacto anticrisis.
Luego, al PSOE gallego se le han cruzado las elecciones anticipadas
justo cuando el caducadísimo Blanco aún pugnaba por ser el
candidato a la presidencia de la Xunta (Blanco... y en botella: ¡la
leche!). Al tiempo, la comisión parlamentaria que investiga en Andalucía
el asunto de los EREs fraudulentos es el escenario de una monumental
tragicomedia que desvela las miserias de las administraciones de Chaves y de Barreda. En Aragón, Lambán
mantiene el motor del partido al ralentí mientras intenta definir su
papel como... ¿principal fuerza de la oposición?, y los maltrechos
restos del Marcelinato hibernan tras replegarse a su feudo altoaragonés.
El PSOE es una organización de cargos públicos y adláteres. Hace tiempo
que dejó de ser un partido de masas con vocación transformadora. Carece
de militancia, de terminales en la sociedad civil, de influencia real
(salvo donde aún conserva alguna parcelita de poder)... No tiene
estrategia ni un programa que dé soluciones progresistas a la crisis
financiera ni opciones que permitan renovar de verdad su liderazgo. Y si
sobrevive es porque su marca identifica pese a todo un notable espacio
electoral (como se vio en en Andalucía y Asturias) impenetrable para el
PP por razones obvias y en el que Izquierda Unida u otras opciones van
entrando muy poco a poco.
El PSOE es un problema y debería ser parte de la solución. La movilización popular contra los recortes y la ortodoxia financiera precisa con urgencia una plataforma política, necesariamente frentista,
en la que todas las izquierdas (desnortadas, tibias, auténticas e
incluso histéricas) confluyan para ofrecer a la ciudadanía alternativas
fiables, capaces de galvanizar votos y entusiasmos. El Partido
Socialista tendría que estar ahí. Pero sus dirigentes aún creen que el
desgaste del PP les devolverá al poder sin más esfuerzo, por la Ley del
Péndulo. Ya vendrá la realidad a ponerlos en su sitio.
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