La exposición sobre Fernando II instalada en la
Aljafería de Zaragoza tiene muy buena pinta. Está montada a partir de
imágenes, objetos y documentos que nunca se han visto juntos, y su sola
presencia sugiere un viaje por el tiempo a través de un personaje de
singular transcendencia. Cuidado, sin embargo, con la interpretación presentista
que ya se está haciendo de la figura del Rey Católico, cuya forma de
imaginar España y de abrirla a Europa no tuvo tanta relación con interés
nacional alguno como con las aspiraciones de una dinastía que acabó no
siendo propiamente castellana ni aragonesa, sino eurocatólica e
hispanoaustriaca. Superponer este personaje sobre paradigmas actuales es
una ficción que tal vez satisfaga las aspiraciones identitarias de
algunos nacionalistas de hoy (sean centrípetos, centrífugos o
mediopensionistas), pero no tiene mucho que ver con la realidad
histórica.
Conste que Fernando II fue sin duda un gobernante de gran
inteligencia. Tuvo una extraordinaria habilidad para situar sus piezas
sobre el tablero europeo. Su nieto, Carlos I, emergió así como señor de innumerables estados y emperador electo de Alemania. Fue el primero de los Habsburgo
(los Austrias) que imaginó un poder capaz de controlar el mundo
cristiano, imponer la religión católica, vencer al turco y dominar el
mundo. Cuando vino aquí desde Flandes para ser coronado rey de Aragón,
Castilla y los otros dominios hispánicos, no sabía hablar la lengua de
sus súbditos. No sé que hubiese pensado el Católico de tal descendiente.
Probablemente le habría reconocido como el fruto perfecto de sus
estrategias.
El último rey privativo de Aragón fue un producto de su tiempo,
cuando la Edad Media daba paso a la Moderna y el feudalismo era superado
por las monarquías absolutas. Hizo lo que le era propio: metió en
cintura a la nobleza, incrementó el poder de la Iglesia, expulsó a los
judíos, contempló con astuta perspectiva la tradicional política de
alianzas matrimoniales que incluso permitiría a su biznieto, Felipe II, coronarse rey de Portugal... Y todo lo hizo para su propia gloria y poder. De patriota, nada.
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