El CIS ha pronosticado que en las inminentes elecciones andaluzas el
PSOE no obtendrá mayoría absoluta y deberá ponerse de acuerdo con
Podemos- o con el PP. Tal profecía no precisaba mayores alardes
demoscópicos (que en todo caso mantienen la incógnita del habitualmente
elevado número de indecisos), porque cualquiera puede intuir que
efectivamente las cosas han de ir por ahí. Y quien dice en Andalucía
dice en los restantes ámbitos electorales. En Aragón (su Gobierno
autónomo y sus principales ayuntamientos), por supuesto. Aquí nadie está
en condiciones de barrer. Ni PP ni PSOE ni Podemos (o la
derivada Zaragoza en Común). Así que todas estas opciones o cualesquiera
otras deberían prepararse desde ahora mismo a explicar, al menos en
líneas generales, su política de pactos.
Escuché a Pedro Santisteve, flamante candidato de
Zaragoza en Común, decir que el objetivo de su candidatura es sacar
mayoría absoluta y gobernar en solitario. Vale, eso querrían todos. Pero
la probabilidad de que tal cosa suceda es mínima, por no decir nula.
Una cosa es que Santisteve, muy en línea con el estilo Podemos, quiera
salir a la palestra con fuerza y captar la atención del público, y otra
que aguante de aquí al 24 de mayo sin desvelar con quién y en qué
condiciones llegaría a pactar para lograr la alcaldía, o en todo caso
evitar que la derecha se haga con ella (lo que por cierto, es harto
improbable). Esta reflexión vale para el resto de las listas y
candidatos. ¿Qué piensa hacer Rudi?, ¿y Lambán?, ¿y Suárez?, ¿y Echenique?...
¿Y Chunta?, ¿y Ciudadanos? Solo el PAR, cuya luz se apaga lentamente,
nos ofrece la certeza de que, si obtiene las ventajas de rigor, podría
entenderse con Dios o con Lucifer o con ambos.
Los votantes tienen derecho a saber. No todos los detalles de lo que
haya de ocurrir más allá del día de las elecciones, pues será en ese
momento cuando los números permitan (o no) forjar acuerdos, sino los
planteamientos previos de cada cual: con quién se está dispuesto a
hablar, con quién no, sobre qué condiciones, con qué límites
infranqueables- Es impensable que las fuerzas políticas no se hayan
hecho una idea al respecto.
En el momento actual, cuando la desconfianza hacia la política y las
instituciones es manifiesta, explicar con franqueza y transparencia las
intenciones futuras no es un signo de debilidad, sino una exhibición de
fortaleza. Dudo mucho que los electores no deseen saber dónde acabará
definitivamente su sufragio antes de otorgarlo. Y todavía me resulta más
dudoso que los indecisos puedan abandonar sus dudas sin recibir de
partidos y candidatos un mensaje diáfano. No, este no es el momento de
irse por las ramas o de esconderse detrás de la grandilocuencia.
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