En un audaz avance estratégico, la presidenta Rudi
ha anunciado como cosa posible que en 2025 comiencen las obras de la
Travesía Central Pirenaica (TCP). Bueno... De momento el tema, tan
recurrente y tan sobado por los políticos aragoneses con mando en plaza,
se queda para después del Plan Juncker, que es como decir para las calendas griegas (y no digo las calendas francas, porque Gabacholandia
ha logrado, ¡oh misterios de la política europea!, que le relajen el
cumplimiento del déficit sin que le sancionen ni le chantajeen ni le
humillen por ello). El supertúnel lo veremos cuando todos estemos calvos
(servidor ya está listo para el prodigio) y nuestros nietos trabajen en
Alemania o California sin acordarse de lo importante que fue para
Aragón la permeabilidad de su montañosa frontera norte.
Calentando motores, el PSOE tierranoblense ha sido más concreto,
exigiendo a la ministra de Agricultura y Medio Ambiente que comparezca
en el Congreso de los Diputados para explicar por qué no limpia el Ebro.
Es un gesto valiente y concluyente, aunque me temo que una limpieza sin
más no será suficiente para los más entregados seguidores de Lambán,
que reclaman el dragado integral desde Reinosa a Tortosa. Pero mientras
discutimos si darle un repasito o meterlo de verdad en vereda (al
puñetero río), los socialistas van pasando de puntillas sobre las
acusaciones de Anticorrupción a uno de los más significados hombres fuertes del Marcelinato: Carlos Escó, el de Plaza.
Así, china chano, vamos entrando en calor. Las elecciones autonómicas
y municipales son en mayo. Y al margen de designar candidatos (los
partidos de siempre, según lo previsto por la autoridad competente; los alternativos, en medio de primarias, manejos del voto cruzado,
desatendidas peticiones de unidad y otros trastornos juveniles), nadie
ha avanzado mayor novedad programática. Vamos, que no hay propuestas
rompedoras ni iniciativas capaces de poner al personal de pie. En
Zaragoza, me temo, la campaña discurrirá en medio de discusiones sobre
el tranvía y las bicis. Así, acabarán teniendo razón quienes dicen que Belloch, se diga lo que se diga de sus desbarres, quedará en los anales como el alcalde más innovador y echado p'alante de la era democrática. Hay que ver.
Pese a todo, una candidatura por su sitio y un programita apañado
producirían, a quienes fuesen capaces de tenerlos, pingües beneficios
electorales. Fíjense en cómo Pedro Sánchez, sin nada que perder ya, ha tirado por la calle de enmedio y consigue sacar de quicio al jefe Mariano, mientras su candidato Gabilondo, cita a Kant
en los mítines y exhibe capacidad de convocatoria. Que estaba muerto
(el PSOE), pero incluso a los difuntos puede crecerles el pelo.
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