En estos tiempos la atmósfera político-mediática cambia con inusitada rapidez. A Rosa Díez, por ejemplo, quienes la designaron última esperanza blanca
(o sea, de blanco España) la ponen hoy a parir. Tras la derrota en
Andalucía llueven sobre ella rayos y centellas. En cambio (¡oh,
milagro!), a Rajoy, el otro gran perdedor en el Sur, el
que nombró al candidato de su partido y le apoyó directa y
personalmente pronosticándole un éxito que haría temblar el misterio, se
ha quedado tan tranquilo. Y apenas le meten caña.
Luego está Podemos. Supongo que a estas horas, las chicas y chicos de Iglesias
se habrán enterado de que en Andalucía las cosas les salieron bastante
bien (aunque ellos creyeron al principio que no, los muy... ingenuos).
Si es así, quizás capten lo obvio: que en las próximas autonómicas y
generales sus mejores opciones pasan por llegar a cogobernar algunas
comunidades y municipios, para después sentar en el Congreso un grupo de
50 o 60 diputados (más sería ya la mundial). En tal caso batirían todos
los récords, desequilibrarían al bipartidismo y se pondrían en
situación de ser un factor decisivo en la política española. Se rodarían
como alternativa de Gobierno, se ejercitarían en la difícil gimnasia
del pacto (si le pillan el tranquillo), acabarían de organizarse y
aprenderían lo que les queda por aprender, que es mucho.
Una cosa está clara, desde Podemos ya no pueden confiar en que los
clamorosos errores de los viejos partidos y la podredumbre del sistema
les hagan todo el trabajo. Eso se acabó hace meses. En estos momentos,
mantener el espacio adquirido y ampliarlo depende de ellos. Más
discurso, un argumentario más sofisticado, menos soberbia, menos
descalificar al prójimo, mejor comprensión de la fenomenología política,
más madurez, menos clichés (en especial ese, insufrible, de remitirse
para todo "a lo que la gente diga")... Y saber anticiparse al futuro con
planes alternativos, y mostrarse abiertos y generosos con el resto de
la izquierda, y no seguirles la corriente a los antipolíticos radicales.
El electorado va a ser muy exigente con ellos. Pero... ¿no era eso lo
que querían?
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