Podríamos discutir si procede, o no, que los diputados en las Cortes
aragonesas sigan cobrando su sueldo durante los dos meses que irán desde
la disolución de la actual Cámara hasta la constitución de la nueva
(tiempo en el que ha de seguir funcionando una Diputación Permanente).
Pero tampoco se trata de una cuestión fundamental. En general, todos los
aspavientos que puedan hacerse en relación con el sueldo de los
políticos españoles, aunque resulten comprensibles cuando proceden de
personas golpeadas por los efectos del ajuste económico y
social, atienden más al ruido que a las nueces. Quienes exigen o
proponen mantener a los cargos electos con sueldos casi simbólicos pecan
de infantilismo... o pretenden barrenar el desarrollo y la calidad de
la democracia. Cunde por ahí una onda antipolítica más que sospechosa.
Ningún político español se hace rico ejerciendo su cargo... salvo que
aproveche su posición para robar. Pero éste es otro tema. Los
repentinos cambios de coche, casa... y pareja no se explican
habitualmente por la percepción de salarios que, salvo excepciones, no
superan los sesenta mil euros brutos anuales (51.000, en el caso de un
diputado aragonés corriente y moliente). Tales retribuciones, por otro
lado, tampoco parecen exageradas, salvo que admitamos, como quieren los
partidarios del capitalismo más depredador, que seiscientos euros
mensuales son el valor promedio de cualquier trabajo físico o
intelectual.
Habrá que preguntarse, desde luego, si los elegidos (sigamos pensando
en los diputados de las Cortes aragonesas) se ganan o no lo que cobran.
Pero aquí también topamos con un tema distinto. Que los representantes
de la ciudadanía puedan ser unos inútiles ganapanes, ignorantes, vagos y
sinvergüenzas, no es un problema que vaya a resolverse pagándoles más o
menos, sino exigiendo a los partidos que ofrezcan en sus candidaturas
lo mejor y lo más sano. Un político honesto y capacitado debe ganar un
sueldo digno y adecuado. Y puede desarrollar una carrera larga y
fructífera, si los electores le apoyan. Todo eso de la casta y de los ascos a la profesionalización me parece exagerado, maniqueo y poco lógico. Al hilo de este tema, estoy pensando ahora mismo en la zaragozana Mercedes Gallizo,
que en mayo será elegida diputada socialista... por la Comunidad de
Madrid: ha ocupado diversos cargos, los ha ejercido con dedicación y
buenos resultados, nadie puede negar su honradez, sigue viviendo en el
mismo piso del barrio de San José... No me parece que su retorno a la
contienda electoral (tras cuatro años ocupando discretamente su plaza de
funcionaria municipal) sea un problema ni que su experiencia constituya
una rémora. Al revés.
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