Esta vez Draghi no estuvo fino. Nuestro Mariano, en su línea, se quedó pasmado. Muchas autonomías (empezando por Madrid, que de buena leche está doña Espe)
hacían cuentas, pues tenían calculado un techo de gasto que no coincide
con el asignado por el Gobierno central. Aragón, no obstante, mostró su
entusiasta conformidad con lo decidido por los jefes de los jefes. Y
así pasamos el día, con la prima poniéndose histérica otra vez y la
Bolsa retrocediendo de nuevo. No hay dinero, dicen muy compungidos los
gestores de la cosa pública.
¿No hay dinero? Según se mire. Si
ahora mismo van ustedes en Zaragoza, Huesca o Teruel a cualquier banco o
caja de ahorros que alquila cajas de seguridad les dirán que no tienen
ninguna libre. Hay largas listas de espera. Y desde luego no creo que la
gente quiera usufructuar uno de esos cofres para meter en él la
colección de cromos del niño. Esos receptáculos están previstos para
guardar en ellos joyas, objetos supervaliosos, documentos
comprometedores, cosas ilegales (drogas, armas o así)... y dinero. Pasta
en metálico, billetitos morados.
El dinero no es solo una
fantasmagoría encarnada en hipotéticos asientos contables, también tiene
una entidad física, muy física. No es cierto que durante la era del
ladrillo dorado todas las transacciones fueran un mero ejercicio
informático. ¡Pero si en muchas de ellas la gente iba con la billetada
(de a 500, de a 200) metida en una bolsa de plástico! Hipotecas y
créditos han dejado y dejan su huella perdurable. Los déficits y
fallidos tanto privados como públicos están ahí, aplastándonos con su
peso. Hubo quienes se hicieron ricos (o más ricos aún) pillándolas. Y
esas fortunas no se han esfumado aunque sus afortunados propietarios las
hayan remitido al correspondiente paraíso fiscal.
El dinero,
cierto dinero, está escondido en cajas fuertes, en el doble fondo de los
armarios, en cuentas corrientes de bancos suizos, luxemburgueses o
incluso vaticanos (que también la Santa Sede bendice las contabilidades
B), ha sido guardado a buen recaudo tras escamotearlo al fisco... Solo
espera nuevas oportunidades.
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