Algunas personas todavía niegan (o relativizan) un cambio climático
acelerado y apabullante al que asistimos en directo. Quiere decirse que
ni la más impactante evidencia es capaz de modificar los argumentos y
criterios de quienes tienen una idea preconcebida de las cosas encajada
en esquemas o marcos cerrados e inmutables. Sí, te llegan a reconocer,
hace mucho calor... ¡Pero es que estamos en verano!
No me extraña. He conocido a gente que metía dinero en Nueva Rumasa mientras afirmaba que Ruiz Mateos
era un gran hombre acechado por la envidia de los incapaces y las
conspiraciones de los socialistas. Luego, cuando emergió la (presunta)
estafa, los mismos que acababan de perder sus ahorros todavía pugnaban
por responsabilizar de tal ruina a los envidiosos, a los incapaces, a
los socialistas... y a Emilio Botín. Acojonante.
El caso
es que esta crisis financiera está ofreciéndonos una catarata de
evidencias sobre cuestiones esenciales. El control de una economía
desregulada por parte de grandes operadores capaces de manejar a su
antojo capitales, mercados, inversiones y personas nunca fue tan
notorio. Pero los argumentarios conservadores (elaborados y asumidos por
teóricos, comunicadores, políticos y expertos bienpagaos) han
generado explicaciones simples, muy eficaces a la hora de orientar la
reacción de las atribuladas masas en una dirección conveniente.
Señalar como culpables a las instituciones democráticas, a los
inmigrantes o al propio Estado del bienestar enmascara la realidad
compleja de los fenómenos y oculta el oscuro papel de aquellos torvos
agentes que tiran de los hilos sin otra ley que el beneficio absoluto y
rápido al precio que sea. Así es posible que haya ciudadanos capaces de
defender ideas y medidas que van en contra de sus intereses. Usuarios
habituales del sistema sanitario que aplauden su privatización, padres
de familia que se regodean contemplando cómo los recortes se ceban con
la educación, auténticos desgraciados que aceptan con entusiasmo el
empobrecimiento y la humillación porque ven en ello la única
alternativa.
Y no hay evidencia que valga.
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