Entre los datos que nos advierten sobre la futura evolución de la
economía figura el desplome en julio del índice de confianza de los
consumidores (ICC). Lo cual significa que en los próximos meses esto va a
ser una hecatombe. Todo el mundo mira con aprensión la fecha terrible,
el 1 de septiembre, cuando suba el IVA (subida tremebunda en nos pocos
productos esenciales que hasta ahora tenían tasas reducidas), haya que
disponer la vuelta al cole (o a la universidad) y se hagan más visibles
las consecuencias de los recortes, los copagos, la reducción de
servicios y todo lo demás.
A veces escribo sobre la incongruencia
que supone esa (inducida) aversión al sector público que se ha
extendido entre muchas personas de clase media-media y media-baja,
cuando ellas mismas dependen en gran medida de las prestaciones que
ofrece dicho sector. Parece increíble, pero no poca gente, directa
beneficiaria de la educación, la sanidad y de toda la cobertura
asistencial proporcionada por el Estado, ha sido incapaz de visualizar
tales ventajas. Y ahora, cuando la abuela tiene que pagar el 10% de las
medicinas, los libros del crío se ponen en más de 200 euros, desaparece
la beca para el comedor escolar, aumentan las listas de espera en las
consultas de los especialistas y suben las matrículas universitarias
(además de los cuadernos, la plastilina o el cine), una amarga sorpresa y
una ciega furia se apoderan de las personas menos avisadas. Porque
además todo eso coincide con una reducción generalizada de los salarios y
un imparable aumento del desempleo.
En septiembre, la verdad
caerá sobre nosotros con todas sus consecuencias. Y aunque parezca
mentira todavía pillará de sorpresa a quienes durante los últimos años
no han logrado entender la complejidad de esta crisis y las razones por
las cuales, mientras España se cae al pozo, un compatriota nuestro, el
exitoso empresario Amancio Ortega, ha incrementado su fortuna
personal en un 32% durante el último año (38.000 millones de euros para
él solito) y ha escalado al tercer puesto en las lista de los más ricos
del mundo. Hay que joderse, oye.
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