Verán ustedes: servidor no es particularmente pesimista ni negativo
ni agorero ni antitodo ni tan borde como pueda parecer. ¡Qué va! Quienes
me conocen de cerca saben que soy más bien una malva. Sólo que me ha
tocado la ingrata misión de aportar a la actualidad aragonesa una
pizquita de visión crítica, una miaja de sentido de la realidad y unos
miligramos de memoria. Este último ingrediente es el más doloroso.
Relacionar pasado y presente para comprobar a día de hoy cómo va todo
aquello que nos prometieron hace unos pocos años (e incluso unos pocos
meses) es terrible, un marronazo, una dura misión... se lo juro.
¿Se acuerdan ustedes de aquella campaña mediante la cual nos aseguraron
(y nos vendieron) que Zaragoza y su entorno tendría en el grifo agua
mineral pura, cristalina y exquisita? ¿Pueden rememorar la promesa de
que la red de abastecimiento capitalina conduciría por sus tuberías un
líquido virginal que cuidaría nuestro cutis, dejaría la colada más suave
que la seda y libraría a nuestros electrodomésticos de la maldita cal?
Bueno, pues ya nos enchufaron con el pantano de Yesa y desde entonces
(por la sequía, dicen) apenas hemos podido disfrutar del publicitado
elixir pirenaico, pues el regadío tiene prioridad. Como mucho nos llega
agua mezclada con la habitual del Canal, y próximamente volveremos a
disfrutar de esta última al cien por cien. No huele ni sabe bien,
cierto; pero mineral lo es en grado sumo. Que se lo pregunten a los
riñones de los zaragozanos.
No hay cosa más trapacera que la
política hidráulica. Porque, para colmo, es cosa sabida que incluso
cuando mana por nuestros grifos agua certificada de Yesa ha pasado luego
por La Loteta, donde no sólo se mezcla con el retorno de los regadíos
(fluido cuya naturaleza química renuncio a detallar) sino que disuelve
los materiales del vaso del embalse que son puro yeso. Total, un pufo
como un pantano.
¡Ah!, y un último detalle: tengamos o no agua de
primera calidad, las preceptivas tarifas han de incluir el coste de las
obras del nuevo abastecimiento. Cosas de la vida... y de esta Tierra
Noble. No se les olvide.
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