El prusiano Carl von Clausewitz definió la guerra como la
continuación de la política por otros medios. Una manera bastante
certera de describir el maridaje entre persuasión y violencia,
convicciones y terror, que concita la pugna por el poder. Por idéntica
regla de tres podríamos decir que el crimen organizado es la
continuación de la economía por otros medios. Verbi gratia: la actual
crisis financiera.
Algunas personas siguen pensando que la
economía global es un ámbito regido por la pura y lógica ley del
mercado, en un proceso constante y legítimo de búsqueda de la felicidad
humana a través de la ganancia. Pero, claro, las cosas son un poquito
más complicadas vistas de cerca. Contemplen, por ejemplo, el barullo ese
de los empleados de bancos suizos que venden a los gobiernos de
Alemania, Francia... o España datos sobre las secretas (y fraudulentas)
operaciones helvéticas de algunos prominentes ciudadanos suyos. El
dinero va y viene desde Luxemburgo, el Vaticano o Andorra, a las islas
del Caribe, a Gibraltar, a Singapur, a los Mares del Sur. Por el camino
se lava, se tiñe, se hace la cirugía estética... Circuitos creados en
algún momento para reciclar el dinero procedente del crimen organizado
se han convertido en sistemas abiertos a personajes presuntamente
honestos. Al final, poderosos industriales, magnates de la energía o de
las comunicaciones, especuladores al filo de la ley e inversores de gran
calibre son compañeros de viaje de los jefes de los cárteles, los
traficantes de armas y seres humanos o los promotores de guerras en las
zonas sensibles del planeta. Conectados por anónimos brokers,
todos estos personajes acaban compartiendo una compulsiva querencia por
las altas tasas de beneficio y un absoluto abandono moral. ¿Cómo, si
no, vendría el coltán de nuestros móviles desde el ensangrentado
interior del Congo? ¿Qué explicación tendrían prácticas bancarias tan al
filo de la ley como las famosas subprime o nuestras preferentes?
Total que al pobre Capone lo trincaron por evasor de impuestos. En esta época el gángster hubiera sido un conocido inversor. Y tan campante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario