Los medios oficiales salpimentan sus informativos con reportajes
sobre acciones caritativas destinadas a paliar los efectos de la crisis.
Un mensaje queda claro: la pobreza se extiende, los servicios públicos
caen en picado, la capacidad asistencial se contrae... Pero nos queda la
buena voluntad, la limosna, la donación voluntaria de aquello que nos
sobra. Siempre, por supuesto, que esa bocanada de altruismo tenga
naturaleza privada. Olvidémonos de subvenciones, convenios, coberturas
universales, ONGs y demás mamandurrias. Quien quiera amar a su prójimo
que lo haga con su dinero; sólo la Iglesia Católica tiene derecho a
hacerlo con el de todos. Aunque ésa, por supuesto, es otra historia.
Escuchar al consejero de Sanidad y Servicios Sociales del Gobierno de
Aragón es de lo más aleccionador. Si hay médicos de Atención Primaria
que quieren seguir atendiendo a sin papeles --vino a decir--, que lo
hagan en su tiempo libre y que utilicen dependencias del Salud
pero, ojo, sin generar ningún gasto. Es decir, que el Estado deja de
legislar y ejercer la solidaridad entendida como deber público, y ésta
pasa a convertirse en una virtud privada con derecho a un buen solar en
el Reino de los Cielos.
Todo esto es bastante nauseabundo. Porque
el altruismo, el voluntariado y la bonhomía son sin duda alguna una
enriquecedora opción personal, pero nunca jamás (salvo en sociedades
descompuestas y hostiles) pueden sustituir a una red asistencial
integrada en un auténtico Estado del Bienestar. Dinamitar ese Estado nos
degradará a todos. Y no nos engañemos: el espectáculo de las viejas
marquesas (u otras celebrities) ejerciendo la caridad como antaño certificará el derrumbamiento de la democracia social.
¡Ah!, y no volvamos a eso de que no hay dinero. Sí lo hay para subvencionar a Ryanair
(que en España se levanta cada año más de setecientos kilates de los
sufridos contribuyentes). Si lo ha habido para que distintas localidades
aragonesas se pagasen una etapa de la Vuelta Ciclista (que no sale
barato, precisamente). ¿Por qué no dejamos estas bonitas fruslerías al
albur de la caritativa iniciativa privada?
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