Hay gente que tiene una extraña predisposición a creerse los
argumentos más descabellados o las publicidades más inverosímiles. Así,
cuando la obvia alienación se disipa porque se impone la simple y cruda
realidad, quienes pensaron estar haciendo lo más conveniente y lo más
inteligente comprueban que los sellos donde invirtieron su dinero eran
solo un señuelo, que la familia Ruiz Mateos ha vuelto a
estafarles, que el apartamento en la playa apenas vale la cuarta parte
de lo que pagaron por él, que Arcosur es un lugar remoto, perdido e
imposible, que el colegio Ánfora no puede abrir ni mucho menos
ser concertado... Bajo estos amargos desengaños se incuba la frustración
y a menudo una airada reacción, por la cual la maltratada conciencia de
quienes se equivocaron busca salidas insistiendo en los mismos
argumentos que provocaron el inicial (y garrafal) error. La culpa
entonces es (¡cómo no!) de los políticos. Por no haberles protegido... o
por protegerles demasiado.
Tal cual. Cuando la víctima de una estafa piramidal (véanse Forum
Filatélico o Rumasa I y II) se da cuenta de que la cosa ha reventado, o
responsabiliza a los poderes públicos por precipitar el hundimiento, o
bien por no haber intervenido a tiempo para impedir que los timadores
abusaran de su extrema (e interesada) credulidad. Si además el caso
viene entremezclado con ciertos ramalazos ideológicos, el fenómeno
deriva en surrealismo. He conocido a personas que, tras perder sus
ahorros al producirse la intervención del Banco Atlántico, le echaron la
culpa de todo a Boyer (y a la China), y en cuanto pudieron volvieron a meter la pasta en Nueva Rumasa... para perderla otra vez.
En el colegio Ánfora se junta todo: la evidente cacicada perpetrada por la exconsejera Dolores Serrat,
las aspiraciones de unas familias ansiosas por justificar la compra del
adosado vistiendo a sus niños de exclusivo uniforme (escolar), una
atmósfera política proclive a convertir el derecho a la enseñanza en el
negocio de empresas y personajes bien relacionados... Los listos sabían a lo que iban; a los otros les comieron el tarro. Simplemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario