A los cien días, Santisteve, mudó su desconcierto
inicial ante las críticas por un oportuno giro destinado a reubicar a
Zaragoza en Común sobre la ruta. Tortuosa ruta, sin duda, porque no es
fácil gestionar los asuntos públicos cuando falta el dinero, se está en
minoría y es preciso dejar contento a todo el mundo. Claro que cien días
no son un plazo determinante. Ni para el alcalde ni para Javier Lambán,
que pronto los cumplirá también en el puente de mando del Pignatelli. Y
resulta curioso que, mientras aquél ha ido enmarañándose en polémicos
asuntos menores antes de tropezar con el IBI (donde ha tenido que
rectificar), éste parece haber optado por taparse tras un asunto que
aporta más emoción que sustancia, pero suscita consensos y tiene además
la ventaja de desviar las miradas hacia Cataluña. Hablo, sí, de los bienes
eclesiásticos: imágenes y retablos procedentes de parroquias aragonesas
asignadas durante mucho tiempo a la diócesis de Lérida, y que no fueron
devueltos cuando dichas parroquias pasaron, por orden del Vaticano, a
depender del obispo de Barbastro-Monzón. Este contencioso, que concierne
básicamente a la Iglesia Católica, le sirve hoy al presidente de Aragón
para echar balones fuera.
Lambán y su consejero de Hacienda (el mismo que administró antes el
depauperizado Ayuntamiento de Zaragoza) prometen a quien les visita que
su Gobierno cumplirá con todos, repondrá lo recortado por Rudi
y satisfará a sus acreedores (no solo los bancos, sino proveedores,
entidades concertadas, colectivos necesitados, etcétera). Pero las
semanas y los meses transcurren sin que nadie vea un céntimo. Fernando Gimeno jura que lo tiene todo controlado. Se aplica, dice, a esconder las deudas, sacarle dinero a Montoro, aplazar los vencimientos... Mientras, su jefe organiza cumbres, prepara peticiones, pide audiencias y hace bandera... de los bienes.
Se supone que lo importante sería recuperar los servicios públicos e
ir diseñando los presupuestos del 2016, que forzosamente han de
ajustarse a un patrón diferente al de los actuales (y de los aprobados
en el último lustro). Deberíamos tener la certeza de que el Gobierno
aragonés elabora planes para acabar sin contemplaciones con los agujeros
negros que engullen cada año decenas y aun cientos de millones
(sociedades públicas en perpetuo déficit, subvenciones injustificadas,
organismos inservibles, gastos absurdos). Sin embargo el gran tema de
los cien días ha sido el de un conflicto muy menor que lleva no sé
cuantos años ocupándonos sin provecho alguno.
En Aragón, como en el resto de España (Cataluña incluída), es
demasiado fácil distraer al público con juegos de manos. Pero cuando el
prestidigitador acude siempre al mismo truco...
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