Escuché por la tele al portavoz del PP en el Congreso, ese dechado de simpatía llamado Rafael Hernando.
Defendía la reforma del Constitucional, que ha propuesto el Gobierno
central por vía de urgencia, sin consultar con nadie y anunciándola a
través de su candidato a las próximas elecciones catalanas (para
despejar dudas). De lo que dijo aquel caballero sólo logré descifrar un
argumento: la reforma en cuestión, in extremis, tiene por objeto
responder al desafío soberanista del 27-S. Todo lo demás resultó más
confuso y oscuro, hasta llegar al negro total. Porque eso de que un
tribunal pueda cesar ipso facto a un cargo electo resulta inquietante.
Sobre todo cuando la suspensión no sea consecuencia de la comisión de
algún delito, sino por diferencias en la interpretación de un texto
sujeto a distintas visiones. Ya no estoy pensando en Mas, sino en cualquier otro político dispuesto a cambiar las cosas que no funcionan en este país, que son muchas.
A los jueces no los elige nadie, salvo otros jueces... y las cúpulas de
los grandes partidos, que designan y negocian entre sí la composición
de las más altas magistraturas. A partir de ahí, la situación se
enmaraña. Ahora mismo, por ejemplo, tenemos a un Tribunal Superior (el
de Aragón) dictaminando si un colegio privado puede abrir y ser
concertado, o no, desde una Sala (presidida por un obvio partidario de
la enseñanza concertada) cuyo primer auto desdeña los informes de las
inspecciones encargadas, precisamente, de determinar si un centro
educativo puede ser puesto en funcionamiento y recibir dinero público.
No me voy de un sitio a otro. Simplemente advierto de que la
judicialización de la política ha llegado muy lejos. Si los jueces
pueden enmendar la plana a cualquier institución pública e incluso
revocar a los elegidos por la ciudadanía, ¿qué hay de la democracia?
Pero, por otro lado, cuando nuestros representantes se salen del carril y
las administraciones (chapuceras o prevaricadoras) vulneran los
derechos de los administrados, ¿dónde acudir para frenar tales
desafueros?).
Claro que si la Justicia fuera, de verdad, independiente...
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