Si, hombre, el famoso bucle aragonés que atrapa entidades,
mitos, aspiraciones, lugares comunes, proyectos y quimeras para hacerlos
girar una y otra vez sin solución de continuidad, sin que avancen ni
retrocedan, sin que prosperen ni desaparezcan (que a veces sería un
alivio), convertidos en clichés tan habituales como insustanciales del
debate político y de la agenda informativa. Ahí, en ese fantasmal
carrusel donde viajan nuestros temas sin llegar a ninguna parte,
permanecen congelados asuntos de lo más variopinto, desde la
industrialización de Teruel hasta la recuperación del Aragón profundo
(el territorio), desde las leyendas hidrológicas hasta los
imposibles afanes transpirenaicos, y los parques tecnológicos, los
edificios emblemáticos, las sociedades públicas, los bienes
eclesiásticos (los que nos guindó el bispe de Lérida, por
supuesto)... Todo eso. Añadan ahora al Real Zaragoza, que se ha ganado
ya un lugar de honor en el circuito maldito de la ilusión-frustración.
Naturalmente, como dicen una y otra vez mis lectores más críticos (o
sea, críticos con lo que escribo), yo de fútbol no entiendo nada. Por
eso me abstendré de meterme en honduras, de juzgar a Popovic y a su plantilla, de ahondar en las razones por las cuales Iribarren
(factótum deportivo de la SAD, según dicen) es tan amigo del entrenador
citado, o de recordar el complejo asunto de La Romareda y su gestión.
Pero sí me llega para mostrar mi temor a que el principal referente
deportivo de esta noble tierra, al haber entrado definitivamente en el bucle,
ruede allí sin remedio, en una sucesión de victorias insuficientes,
derrotas aplastantes, segundas divisiones, plantillas mediocres y
empresarios escocidos. Así, mientras Agapito se las veía ayer con
el tribunal, los actuales propietarios comprobaban (supongo que un
tanto alarmados) cómo tuiteros y otros hinchas internauticos rebautizan
maliciosamente a su Fundación como Frustración.
Al bucle se entra tontamente. Pero salir es difícil. Se lo deseo de corazón al Real Zaragoza (iba a decir nuestro, pero es... suyo). A ver si la Virgen del Pilar echa una mano, caramba.
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