Ha sido la reacción de la opinión pública
la que ha modificado (al menos formalmente) la actitud de los gobiernos
de Europa ante el drama de los refugiados. La foto del niño sirio
ahogado. Las imágenes de los trenes húngaros. Los llamamientos
desesperados de las ONG... Ha sido todo eso lo que ha movilizado las
conciencias de las gentes y ha obligado a elevar sobre la marcha los
cupos de asilados admisibles, organizar cumbres y formar comités. Merkel ha escenificado su humanidad de manera profesional y convincente... Rajoy (que ni es profesional ni convincente) ha dado un giro sobre la marcha para intentar pasar del cinismo realista a la hipocresía sentimental
sin comprometerse a nada. Pero la sociedad civil española está
despierta. Y si la opinión pública no ha muerto, la democracia
sobrevive.
Sabemos en qué medida los políticos tradicionales han manejado
siempre el rebote emocional de la ciudadanía ante crisis como esta. El
periodista Ramón Lobo, en un artículo publicado aquí el
pasado domingo, explicaba con apabullante claridad la sucesión de
procedimientos trucados mediante los cuales la cúpula de la UE y cada
uno de los ejecutivos nacionales afrontan situaciones de emergencia,
adaptándose al nivel de indignación popular e intentando siempre asumir
el mínimo compromiso posible. Pero siempre será mejor que dicho
compromiso sea hoy más extenso e intenso que ayer. Lo poco es mucho
cuando se parte de nada.
El problema de fondo radica en que nuestras élites (las de Europa en
general y las españolas muy en particular) se han habituado a manejar el
corto plazo y sobrevivir a sus más estrepitosos fracasos estratégicos.
Ahí tenemos a nuestro ministro de Exteriores, García Margallo proponiendo ahora un entendimiento con el dictador sirio El Assad,
al que poco tiempo atrás se pretendía derribar. Claro, ahora estamos
viendo los terribles efectos de la desestabilización de Siria. Pero
nadie pagará por las erróneas decisiones tomadas hace apenas un par de
años. Salvo que la opinión pública se convierta en opinión electoral y
haga justicia... aunque sea en diferido.
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